Lo siento, pero este asunto de Eurovegas olía a fiasco desde su origen. No es
la primera vez que unos vendedores de humo arriban a tierras carpetovetonas con
el propósito de darnos el timo de la estampita. Está claro que los españoles
clavamos el perfil de "primos" perfectos para ser objeto de las marrullerías de
charlatanes cosmopolitas como Adelson o como los promotores del evaporado
proyecto Gran Scala en las monegrinas tierras aragonesas.
¿Recuerdan? Ese que iba a ser el más rimbombante desde la época de los reyes
católicos. O al menos eso decían desde el gobierno aragonés. Había que tender
alfombra roja, cambiar las leyes que incomodaban, poner infraestructuras a
cuenta del estado, modificar los marcos laborales... Una inversión económica
desorbitada de las arcas públicas a cambio de promesas que nunca llegaron a
materializarse.
No importó para nada, como en el caso de Adelson, que sus
promotores tuvieran antecedentes delictivos o hubieran protagonizado sonoras
estafas. Al contrario, los que nos opusimos a este fraude fuimos tachados de
anti-patriotas. "Romericos al fuego"- decía el vicepresidente Biel- que arderían
ante la magnitud del proyecto. Arder, lo que se dice arder, no ardimos. Porque
no hubo fuego ni brasas, ni el más pequeño rescoldo. Gran Scala se volatizó como
un mal truco de magia no sin antes habernos costado unos buenos cuartos en
presentaciones y chorradas. Los políticos que tan enconadamente defendieron el
macrocomplejo ahora guardan silencio, como el Ebro al pasar por el Pilar. Aquí
no ha pasado nada.
Por lo visto, ni siquiera ha servido de escarmiento para que
otras comunidades no se dejaran tentar por este tipo de prestidigitadores
chiripitiflaúticos. Por algo nos escogen como destino de sus felonías. Saben que
nuestros políticos son como niños y está chupado deslumbrarles con unas cuentas
de colores. Será que soy escéptica por naturaleza pero me da en la nariz que
Eurovegas, como pasó con Gran Scala, acabará desintegrándose en la nada.
Me
juego lo que quieran. Aparte de hacer la risa, sacaremos en limpio el descrédito
de unos gobernantes dispuestos a ponernos mirando a la Meca por unos fuegos
fatuos prometidos. Y es que, entre pillos anda el juego.¡Hagan sus
apuestas!