Contra la empresa moderna
El otro día observaba en Zen, el suplemento dominical de estilo de vida de EL MUNDO, un reportaje sobre empresas que ofrecen a sus trabajadores hacer ejercicio en horario laboral. En concreto, me llamó la atención una foto: un tipo, vestido con mocasines de terciopelo, pantalón de tela y una camisa con coderas, fingía que hacía flexiones inclinado sobre una barandilla, mientras que dos de sus compañeros se apoyaban en la pared y bajaban el culo, haciéndonos creer que endurecían sonrientes sus glúteos en un break laboral. La estampa incitaba a hacer ejercicio: en concreto, a salir corriendo hasta atravesar la frontera con Francia. Y más si leías, porque las empresas desarrollaban planes para que sus empleados sudaran en chándal con nombres como Smile, Healthy City, y NoSoloWork. Cuando nos quieren colar una gilipollez, primero prueban a hacerlo en inglés.
Es lógico que las empresas busquen una mayor productividad y muy loable que hayan decidido que la manera de lograrla sea poniendo a sudar a sus trabajadores antes que otras fórmulas menos edificantes como, no sé, gritarles. Pero les voy a hacer una propuesta: si quieren que sea más productivo, paren de inventarse cosas y déjenme que me vaya a mi casa cuanto antes. Cojan el dinero que se gastan en estos planes, denme mi parte y ya decidiré yo si me lo gasto en gym o en gin lemon, porque yo igual prefiero estar tumbading en el sillón que energizing en el trabajo. Déjenme vivir, háganme el trabajo más flexible para que pueda trabajar desde casa mientras atiendo a mi hijo. Y quien dice "atender a mi hijo" dice "beberme siete cubatas". Luego midamos la productividad. Si gana usted, empresario moderno, si soy más productivo con el Programa NoSoloWork que con el Plan WorkCuandoToque, pues nada, meto las mallas y las muñequeras en la bolsa para ir a trabajar y sudamos juntos; si gano yo, a ver si con suerte cada vez nos vemos menos.
Me encanta mi trabajo, mis compañeros, estoy excelentemente pagado y tengo cierto reconocimiento. No puedo pedir más. Y, aun así, cada día prefiero estar en mi casa o tomando cañas antes que currando. Queridas empresas: el trabajo es un mal necesario, asumámoslo. Acepto y quiero que me paguen por lo que produzco, pero no que la empresa se crea mi madre. Una cosa es que se acabe el jefe de látigo y cojones y otra que no se pueda montar una oficina sin un futbolín. Al futbolín juego con mis amigos. O con mis compañeros de trabajo, pero si quiero yo y en mi tiempo libre. Esto estaba ya inventado. Basta de ser modernos. Lo mejor de trabajar es cuando se acaba.