martes, 6 de mayo de 2014

Los neoliberales que nunca se fueron

Los neoliberales que nunca se fueron
 
Imaginen a un cirujano al que se le mueren una y otra vez los pacientes en la mesa de operaciones; un ingeniero al que se le caen los puentes; un maquinista que descarrila trenes con frecuencia. Al margen de las consecuencias penales de cada caso, lo cierto es que no se les permitiría volver a entrar en un quirófano, proyectar una obra más, ni acercarse a una estación.
 
¿Por qué con los economistas es diferente? ¿Por qué siguen en sus puestos los autores intelectuales de esto que llaman crisis? Y no solo en sus puestos: influyendo más que nunca sobre la política de países y organizaciones.
 
Hubo un momento, allá por 2008-2009, en que parecía que la ortodoxia económica neoliberal se vería obligada a pedir perdón y reconsiderar sus posiciones. Sus principales representantes se mostraban prudentes, salían del escenario, eran señalados como responsables por documentales y reportajes que además destapaban su lucrativa intimidad con el poder financiero. Mientras los dirigentes mundiales hablaban de “refundar el capitalismo”, los teóricos del libre mercado y la desregulación adoptaban un perfil discreto, lo que permitía oír otras voces, de economistas heterodoxos y críticos.
 
¿Qué pasó después? ¿Cómo es posible que no solo conserven sus puestos y su influencia, sino que además estén reconquistando el poco terreno cedido, expulsando a las voces críticas y recuperando la hegemonía ideológica?
Volvamos la vista atrás, porque se nos olvida de dónde venimos. Parte de su victoria consiste precisamente en eso: han conseguido que el origen financiero de la crisis se difumine, que quitemos el foco del sector bancario, las burbujas hipotecarias y la alquimia bursátil, para colocarlo sobre los Estados. Ya no hablamos de banqueros, brokers, agencias de calificación y productos tóxicos, sino que hoy toda la atención está sobre los Estados, el gasto público, la deuda, la austeridad, los recortes, las privatizaciones, el fin del Estado del Bienestar. Una jugada maestra, diabólica. Unos genios.
 
Pero si volvemos la vista atrás y somos capaces de mirar por encima de la telaraña tejida, descubrimos que estaban allí. Ellos. Los mismos que hoy siguen aquí, y dan lecciones y marcan el paso. Estaban allí. Eran quienes daban cobertura académica a la desregulación financiera que quitó los frenos a la locomotora. Eran quienes teorizaban sobre modelos que nunca se cumplían. Eran ellos, los mismos que pronosticaban futuros maravillosos que han resultado este presente miserable. Y además lo hacían disfrazando de ciencia lo que siempre fue ideología.
 
Desde sus cátedras, sus centros de estudios, sus tribunas, sus organismos internacionales, sus comités de expertos, su asesoramiento a gobiernos, sus puestos en órganos supervisores, sus conferencias, sus reuniones internacionales, sus libros y sus medios afines, pusieron letra a la música que tocaba la orquesta financiera, los gobiernos tarareaban y los ciudadanos bailábamos porque era la única que sonaba, machacona, pegadiza.
 
Estaban aquí también, entre nosotros, teorizando sobre el modelo productivo, la burbuja que no era tal, los precios que nunca caerían, la necesidad de más desregulación, menos impuestos y menos derechos sociales, los beneficios de la gestión privada de lo público y de la privatización de todo lo privatizable.
 
Ya sabemos lo que pasó después, aunque ahora parece que se nos olvida: el sistema financiero hizo crac, nuestra burbuja hizo boom, la economía hizo puf, el euro hizo ay, y todo se vino abajo. Hubo que tapar agujeros abisales con billones salidos de nuestros bolsillos, y aquí estamos hoy, con mucho del destrozo privado transferido, socializado y convertido en destrozo público.
 
No es que hayan vuelto. Es que nunca se fueron. Los mismos economistas neoliberales que nos hicieron descarrilar, han sido quienes diagnosticaban la crisis y recetaban las políticas para superarla, y quienes hoy marcan el camino de la supuesta recuperación y diseñan el futuro.
 
Y lo hacen sin ceder uno solo de los espacios que dominaban, incluso añadiendo otros nuevos. Los mismos expertos fallidos de ayer son quienes hoy forman los comités de expertos que proponen reformas a los gobiernos. Las mismas agencias de calificación que supimos tramposas, hoy siguen poniendo nota a países y empresas. Los mismos que no vieron el peligro en la ruleta rusa financiera, son quienes hoy hacen pruebas de riesgo a la banca.
 
Por no hablar de dos espacios principales de producción ideológica: la universidad y los medios de comunicación. En cuanto a la primera, es escandaloso cómo la formación de nuevos economistas y la investigación siguen en buena parte en manos de los mismos neoliberales. Y si hablamos de medios, después de esos primeros momentos en que las voces críticas recibieron más atención, hoy vuelve el discurso único, con economistas ortodoxos y fieramente neoliberales copando tertulias televisivas de gran audiencia (donde les ponen pizarra para que nos den lecciones), páginas de opinión, minutos informativos cada vez que se requiere la opinión de un “experto”.
 
Volviendo al primer párrafo, ¿hasta cuándo vamos a seguir dejando que nos operen, cruzando sus puentes y subiendo a sus trenes? ¿Cuántas veces más tenemos que sufrir sus “accidentes”?