El sindicalismo que necesitamos
El año pasado no se convocó ninguna huelga general a nivel estatal. Este hecho, en medio de una crisis como la actual es muy grave.
El año pasado no se convocó ninguna huelga general a nivel estatal. Este hecho, en medio de una crisis como la actual es muy grave.
Uno se plantea el por qué, y si es posible que los sindicatos con capacidad para convocarla, CCOO y UGT, no la vean imprescindible en esta situación de emergencia social que vivimos.
Las respuestas vienen marcadas por su ubicación dentro del régimen monárquico, y de ello, el modelo sindical que practican, la concertación.
Este modelo sindical entiende el papel de los sindicatos como meros reguladores de las relaciones entre quienes trabajan y quienes dirigen las empresas. Se consideran una parte más del sistema “democrático” y, por tanto, niegan en la práctica la lucha de clases y la transformación de la sociedad desde abajo.
Ponen el interés en la obtención de cargos, en la representatividad y en la negociación. Renuncian a la autoorganización de la clase trabajadora, a la asamblea y a la acción directa, elementos que facilitan, no sólo no retroceder, sino asentar una cultura de lucha en las plantillas para asumir los conflictos en mejor situación y para que las victorias se consigan a costa de los beneficios empresariales.
Frente al modelo pactista se sitúa el de confrontación. Que aunque en algunas ocasiones pueda negociar con la patronal, pone su interés en el aumento de conciencia de la clase trabajadora, en su autoorganización, la asamblea como centro de decisión y en la conexión entre conflictos. También busca solidaridad popular para poder resistir, ganar y que la gente entienda, en última instancia, que todos los problemas surgen del sistema social dominante, el capitalismo. Este sindicalismo es practicado por la izquierda sindical (CGT, IAC, SAT, etc.) aunque a él se unen secciones combativas de CCOO y UGT. De ahí la importancia de no caer en el sectarismo sindical.
Pero existe un terreno en el que los dos modelos convergen, la cuestión de género. En ambos casos, se sigue dando una discriminación sobre las compañeras y se niega la importancia del feminismo en los sindicatos. Sólo una actitud feminista militante puede hacer que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde.
Uno se plantea el por qué, y si es posible que los sindicatos con capacidad para convocarla, CCOO y UGT, no la vean imprescindible en esta situación de emergencia social que vivimos.
Las respuestas vienen marcadas por su ubicación dentro del régimen monárquico, y de ello, el modelo sindical que practican, la concertación.
Este modelo sindical entiende el papel de los sindicatos como meros reguladores de las relaciones entre quienes trabajan y quienes dirigen las empresas. Se consideran una parte más del sistema “democrático” y, por tanto, niegan en la práctica la lucha de clases y la transformación de la sociedad desde abajo.
Ponen el interés en la obtención de cargos, en la representatividad y en la negociación. Renuncian a la autoorganización de la clase trabajadora, a la asamblea y a la acción directa, elementos que facilitan, no sólo no retroceder, sino asentar una cultura de lucha en las plantillas para asumir los conflictos en mejor situación y para que las victorias se consigan a costa de los beneficios empresariales.
Frente al modelo pactista se sitúa el de confrontación. Que aunque en algunas ocasiones pueda negociar con la patronal, pone su interés en el aumento de conciencia de la clase trabajadora, en su autoorganización, la asamblea como centro de decisión y en la conexión entre conflictos. También busca solidaridad popular para poder resistir, ganar y que la gente entienda, en última instancia, que todos los problemas surgen del sistema social dominante, el capitalismo. Este sindicalismo es practicado por la izquierda sindical (CGT, IAC, SAT, etc.) aunque a él se unen secciones combativas de CCOO y UGT. De ahí la importancia de no caer en el sectarismo sindical.
Pero existe un terreno en el que los dos modelos convergen, la cuestión de género. En ambos casos, se sigue dando una discriminación sobre las compañeras y se niega la importancia del feminismo en los sindicatos. Sólo una actitud feminista militante puede hacer que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde.