Tres años después, padecemos las consecuencias de la carnicería. Como ya
aventuró el sueco, los derechos elementales de los ciudadanos más débiles saltan
por los aires igual que en un espectáculo pirotécnico.
Eso sí, un espectáculo
gore con abundante casquería y apetitosas vísceras que hacen babear las
mercantiles fauces de las fieras. Da igual que estés en el paro, jubilado o
trabajando. Que seas discapacitado o estés enfermo. Desahuciado de tu casa o
excluido de esta sociedad que cada vez es más hostil con los desfavorecidos.
A
todos nos acechan los psicópatas hocicos de los señores del dinero. Husmean la
entrepierna de la gente, enseñando los dientes, para disuadirnos de tener malas
ideas. Para que asumamos ese mundo vintage, decimonónico que quieren imponernos,
sin montar pataletas. Sin melodramas ni barricadas. Intentan convencernos de que
se trata de un sacrificio social imprescindible para mitigar el roto financiero
que han dejado los trhilleros cocadictos que manejan el cotarro.
Sin embargo,
los políticos no se plantean ni remotamente que las entidades financieras
responsables del descalabro se responsabilicen de sus fechorías. ¿ No sería
justo que parte de los beneficios de Botín, por poner un ejemplo, revirtieran en
la sanidad y la educación pública? O el co-pago, o directamente el pago, de
todos los defraudadores y evasores de capital que se sirven de las entidades
bancarias, y su ceguera oportunista ante el delito económico, para no aportar ni
un euro de sus abultadas rentas a la construcción del estado social. Se las trae
al pairo a todos estos. La mayoría de las fortunas que colaboran con los bancos
fueron amasadas gracias al narcotráfico o al comercio de armas y personas.
No se
les puede pedir mucha empatía. No la misma que nuestro gobierno muestra con los
pobres ricos bajando los impuestos de sus yates de lujo. ¡Qué hermoso gesto!
Otra lección de la solidaridad que se gasta el Partido Popular de los
trabajadores. Seguro que los parados que se quedan sin ayudas o las familias que
los bancos echan de sus casas, dormirán más tranquilos.
Alguien debiera avisar a estos estúpidos lobos que la carne de los pobres, a
fuerza de injusticias, tiende a volverse venenosa.
Ana Cuevas