"Soy teleoperadora, no me gusta
mi trabajo, pero soy afortunada
por tener un empleo"
Lidia Melendo, psicóloga con dos másteres, critica la precariedad laboral que sufre su generación.
Lidia Melendo, psicóloga zaragozana con dos másteres (de prevención de riesgos laborales y de dirección de recursos humanos), es un claro ejemplo de la precariedad laboral que sufre su generación. En 2010 estaba en el paro, sin ingresos, viviendo con sus padres, y la entrevistamos para la sección Los lunes al sol. "Lo peor es la incertidumbre. ¿Cuándo voy a encontrar un trabajo, de lo que sea? ¿Cuánto tiempo más pasaré esperando? No sé cuándo saldremos de la crisis", decía entonces.
Cinco años después, tiene trabajo, se ha independizado, vive con su novio en una VPO, pero continúa la incertidumbre y el pesimismo. Trabaja desde 2011 de teleoperadora para una subcontrata de una gran compañía de telefonía móvil. Tiene 34 años y cobra 840 euros, que apenas le permiten ahorrar ni hacer planes de futuro.
"No me gusta mi trabajo, pero soy afortunada por tener un empleo. Estoy desanimada, no es el trabajo que esperaba, pero aguanto porque hoy en día tener trabajo es un privilegio. Pensaba que iba a aguantar un mes y ya llevo cuatro años. Pero muchas veces me dan ganas de levantarme e irme a mi casa", afirma.
Trabaja de teleoperadora de 9.00 a 16.00, con 20 minutos para comer y paradas estrictas de cinco minutos cada hora. La hora de la comida la fija la empresa, unos días le toca a las 11.00, otros a las 15.00, a las 12.00...
Lidia empezó en el departamento de portabilidad móvil y ahora está en el de cobros. "Es un trabajo poco agradable. Tengo que llamar a la gente que ha dejado de pagar para informarles de que paguen o perderán la línea. Me cuentan unos dramas tremendos y alguno se echa a llorar. No valgo para esto", cuenta.
Desde que empezó a trabajar en esta empresa, se fue a vivir con su novio. Llevan mucho tiempo ahorrando para su boda, que celebrarán el próximo mes de junio. Él trabaja para una subcontrata de la Opel que ha hecho algún ERE. Les gustaría tener hijos, pero de momento no pueden hacer muchos planes de futuro. También se han planteado ir al extranjero. "Pero no podemos ir a la aventura, tenemos que ir con un trabajo", señala.
"Cuando acabé la carrera, no me podía imaginar que iba a estar así. Mis padres sufren mucho. Tener formación no me ha servido. Mis amigas están en una situación similar: una en el paro, otra trabaja en una tienda con una situación precaria, y otra se hizo autónoma y montó una peluquería canina y le va justo para cubrir gastos", reflexiona.
¿Dónde se ve dentro de cinco años? "Ojalá haya encontrado trabajo de psicóloga y pueda vivir más tranquila. Con eso me conformaría", asegura.