El amor no cabe en un bote de perfume
Otro año más vuelve el día de San Valentín, una de las fechas más consumistas del año. Así nos lo hace saber la publicidad, que muestra productos como forma obligada de demostrar unos sentimientos y busca nuevos nichos de mercado apelando a las emociones. Ecologistas en Acción recuerda que muchos regalos del día de los enamorados esconden trabajo precario en cadena y en condiciones poco saludables, como es el caso de las flores.
Frente a una publicidad cada vez más especializada en la comunicación emocional, procede recordar el rastro de degradación social y ambiental que dejan días señalados como el de San Valentín. Es el caso de los ramos de flores, la forma más clásica de "demostrar" amor. Muchas mujeres trabajan en condiciones semi-esclavas para cultivarlas y tratarlas en países como Ecuador y Colombia, Kenia o Zimbabue, donde se produce también acaparamiento de tierras y sobrexplotación de recursos para un sector controlado por grandes empresas transnacionales.
La publicidad contribuye a vender esas flores y otros productos, promoviendo estilos de vida insostenibles social y ambientalmente, y trata de situar al consumo y la acumulación de bienes en la cima de la escala de valores y en el objeto de nuestras aspiraciones.
Se produce una clara mercantilización de las relaciones humanas a través de los anuncios, que buscan nuevos mercados a través de las emociones. Un ejemplo de ello es la campaña del día de los enamorados de unos grandes almacenes, que protagoniza este año una pareja gay.
El amor no cabe en un bote de perfume, ni se celebra en un día concreto del año por imposición comercial. El consumo no parece la receta más adecuada para demostrar cariño ni para salir de la crisis. Ecologistas en Acción invita a cuestionar esas recetas mágicas y un modelo de consumo que incrementa el escenario de crisis ambiental y social.