Rescates, ilusiones y miedos
El sábado 9 de junio el ministro español de economía anunció que solicitaba al llamado Eurogrupo (formado por los ministros de economía de la Unión Europea, el gobernador del Banco Central Europeo y el comisario de la UE de asuntos económicos y financieros) el rescate del sistema financiero español, poniendo a disposición del estado hasta 100.000 millones de euros. La concreción de la cifra final dependerá de los informes sobre "necesidades" que se publicará pronto.
El gran interrogante es saber qué comportará para la población y, especialmente, para las clases populares. Evidentemente, esta es una cuestión que en buena parte ha sido esquivando a los medios, centrándose tan sólo en el importe del rescate al sistema financiero español y la evolución de la prima de riesgo. Para saberlo, hay que conocer qué implica este rescate para el estado español.
Los términos del rescate que hasta el momento conocemos implican que es el estado quien solicita el préstamo para, a continuación, volver a prestar a sector financiero español a un tipo de interés más alto. Es de ahí de donde proviene la afirmación del señor Luis de Guindos que el estado no puede perder dinero con la operación.
Para que esto sea así en primer lugar sería necesario que los préstamos del gobierno español a la banca fueran devueltos y en segundo lugar que si no lo son, el estado nacionalizara y posteriormente vendiera las entidades correspondientes por un precio que compensara el dinero inyectados.
La primera condición implicaría un cambio de rumbo total en las políticas de ayuda a la banca, basada en inyectar todo el dinero que han hecho falta y asumiendo la deuda de las entidades. Nos tememos que este cambio no se produzca.
En cuanto a la segunda condición, nacionalizar entidades financieras para venderlas posteriormente es una decisión política, en tanto que podrían ser nacionalizadas como banca pública. También hay que tener presente que se está suponiendo que se venderán por un precio que compense las ayudas recibidas. En función del momento en que se realice la venta, del precio que estarían dispuestos a pagar los compradores o de si surgen nuevos agujeros en sus balances, el resultado puede ser una pérdida para el estado o una ganancia. Con la experiencia que tenemos hasta el momento sobre ayudas al sector financiero, no es descartable que si éste no puede devolverlas, finalmente se le acaben perdonando. Por lo tanto, estaríamos haciendo lo que se ha hecho hasta ahora.
El punto del rescate que ha implicado más comunicados y desmentidos es cómo afectará a la deuda y al déficit públicos. La oficina de estadística de la Unión Europea (Eurostat) advertía en un comunicado que el préstamo en España incrementará de forma directa la deuda pública. En cuanto al déficit público, éste aumentará si el estado cobra menos intereses de los que paga.
Dejando de lado las condiciones que hasta el momento conocemos sobre el rescate, desde nuestro punto de vista lo más importante es qué contrapartidas se exigirán en España desde la Unión Europea a cambio del rescate del sector financiero. Si bien en teoría no le han al no tratarse del rescate del estado - tal y como defiende el gobierno español -, en la práctica desde la Unión Europea ya se ha dejado suficientemente claro que la ayuda está condicionada a que el estado español cumpla con los objetivos de déficit y con las "reformas estructurales". Es decir, que se continuará con la política de recortes de gasto público y de Derechos Sociales. Más concretamente, la Comisión Europea pidió - "recomendaciones" de obligado cumplimiento - en España implementar las siguientes medidas:
1. Acelerar el aumento de la edad de jubilación a los 67 años.
2. Aumento del IVA.
3. Impulsar los recortes de gasto público en las comunidades autónomas para hacer cumplir la política de déficit cero.
4. Establecer más obligación de provisiones al sector financiero.
Sobre esta última, hay que tener presente que aumentará las necesidades de financiación de la banca, redundando en una mayor necesidad de ayuda por parte del estado. El pez que se muerde la cola.
En definitiva, argumentó que es una buena noticia el rescate simplemente porque está orientado exclusivamente al sector financiero es no ver más allá de las narices. Las líneas maestras de las políticas que se piden aplicar son las mismas que ya se han aplicado. Por lo tanto, se trata de aplicar la misma medicina, pero en una dosis más alta. En la práctica, y a la vista de las exigencias de la Unión Europea en España, no se le llama rescate del país, pero en la práctica es como si lo fuera.
Cabe recordar que, cuando se anunciaban los primeros recortes, el discurso predominante nos decía que eran medidas necesarias para salir de la crisis y no acabar como Grecia, signifique lo que signifique eso. La realidad es que Grecia actualmente está en una situación peor que antes del plan de rescate, especialmente para las clases populares. Esto se ha conseguido precisamente aplicando el mismo tipo de medidas que ahora mismo exige la Unión Europea en España.
¿Cambio de políticas o baile de máscaras?
Llegados a este punto, debemos plantearnos qué queda del teórico cambio en política económica que suponía François Hollande, con su postura de "compatibilizar austeridad y crecimiento". Postura profusamente comentada en los medios antes del rescate bancario. Dejando de lado que supondría en términos económicos la cuadratura del círculo, existen factores a dos niveles que nos hacen creer que estamos ante un cambio de retórica y no de políticas económicas.
A nivel de la Unión Europea las líneas maestras de las políticas son uno de los fundamentos de su diseño, de su manera de ver la economía y las sociedades europeas, forman parte inherente de sus tratados. Reclamar compatibilizar austeridad y crecimiento es, en el contexto actual, pedir que aflojen un poco la cuerda que llevamos al cuello desde hace bastantes años, pero no que la corten. Es, en definitiva, hacerse ilusiones sobre la esencia real del llamado proyecto europeo. Cabe recordar que, en cierto modo, es lo que reclama Syriza ahora mismo en Grecia.
A un nivel más global, el capitalismo está haciendo todo lo que está en sus manos para devolver la tasa de ganancia a los niveles previos al estallido de la crisis a través de diversos mecanismos, ya sea con reducciones de salarios y de prestaciones públicas allí donde lo tengan, ya sea aumentando a cualquier coste la tasa de ganancia. Es decir, el capitalismo como sistema económico, social y político no tiene paso intención de mejorar la situación de las clases populares.
A raíz de la victoria de Hollande, empezamos a detectar a los medios de comunicación un discurso cada vez más cercano al del keynesianismo, basado en la presunción de que se pueden volver a aplicar las medidas que se aplicaron en ese momento. En parte se trata de la reacción lógica tanto a los resultados de las políticas neoliberales aplicadas como la resistencia que estas despiertan entre la población que las soporta.
Esta postura no tiene en cuenta un hecho capital: el contexto político y económico lo hace inaplicable. La presión política a favor de políticas de pleno empleo era importante por el peligro que representaban un movimiento obrero importante y la existencia de la Unión Soviética.
La situación económica también era muy diferente. Es cierto que se aplicó en una situación que recuerda a la actual, pero también lo es que se se hizo con un comercio mundial totalmente hundido, con un sistema financiero totalmente roto y, lo que es más importante, con un sector financiero con un poder sobre el resto de la economía mucho menor que el actual. Además, los países que las aplicaron lo hicieron rompiendo con las ortodoxias imperantes en ese momento y la austeridad que implicaba.
En otras palabras, el tipo de capital que dominaba en aquel momento no era el mismo que domina ahora. Las políticas que acabarán imponiendo serán, por tanto, totalmente diferentes.
En resumen, continuamos con el neoliberalismo y al keynesianismo ni se le huele.
El miedo como instrumento económico
En cualquier punto de conflicto en el capitalismo, lo que está en juego son dos factores fuertemente relacionados entre sí: el poder y la obtención de beneficios. El miedo es uno de los mecanismos habituales tanto para obtener poder político como establecer el marco para la obtención de beneficios.
La aplicación del miedo como instrumento económico lo hemos vivido muchas veces durante la crisis actual, pero especialmente desde que se celebraron elecciones en Grecia y todo apuntaba a la victoria de Syriza a las elecciones del 17 de junio. Desde prácticamente todos los frentes institucionales imaginables (Comisión Europea, BCE, etc ...) se ha jugado a meter el miedo en el cuerpo a la población griega, afirmando que la postura de Syriza sobre los planes de ajuste lleva al país al desastre.
Esta utilización del miedo también lo hemos vivido en nuestro país en diferentes momentos. Un ejemplo son los recortes en sanidad y el discurso en torno a su supuesta insostenibilidad, que permiten justificarlas, pero también sirven como mecanismo para aumentar la cartera de clientes de la sanidad privada.
El miedo también se ha utilizado en los recortes aplicados al sistema público de pensiones, utilizando, como en el caso de la sanidad, el miedo a su futura insostenibilidad para dificultar el acceso a unas pensiones públicas por otra parte cada vez más escasas . La diferencia en este caso es que las previsiones sobre la futura quiebra del sistema público de pensiones eran completamente errores. Es decir, sus discursos basados en el miedo al futuro se han mostrado erróneos cuando se han comprobado en la práctica.
La parte más trágica para todos nosotros es que la utilización del miedo como recurso económico no ha sido un simple fenómeno psicológico. En muchas partes del mundo, la generación artificial de temores entre la población tan sólo ha sido el preludio del terror a través de la represión y el exterminio.
La historia puede haber dado muchas vueltas, pero se mantiene la utilización del miedo como recurso para los intereses del capital, lo que ha ido cambiando es el instrumento con el que se aplica.
Conclusión
Aunque el rescate del sector financiero español haya podido parecer un cambio de situación bastante grande, en realidad estamos prácticamente como antes. Las exigencias a la población serán las mismas, las políticas a aplicar no cambian y seguimos como desde hace tiempo, amedrentados para mayor gloria de la obtención de beneficios.
Lo que nos muestra la situación actual es que el capitalismo no ofrece ninguna salida a las clases populares, y que lo que hay que hacer es abolirlo.
* Jordi Berbis es economista. Artículo publicado en la web del semanario Directa